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Aceptación: el Arte de Fluir

Este articulo, esta preparado de manera profesional (arbitrado), aun así el lenguaje es sencillo y lo menos técnico posible para que pueda ser entendido por todos y plasma mi primera acercamiento a Mindfulness desde una postura de las neurociencias afectivas.

INTRODUCCIÓN

En los últimos años los avances en el estudio del cerebro y emociones ha dado grandes avances, permitiendo surgir una nueva rama de las neurociencias llamadas neurociencias afectivas, sus descubrimientos nos permiten ir entendiendo las bases practicas de los desarrollos teóricos en los cuales hemos trabajado en la psicoterapia, el presente escrito es un primer intento por comprender como la psicoterapia y el proceso de aceptación tienen una importancia primordial para el cerebro y para el terapeuta.

LA NEGACIÓN

Uno de los mecanismos mentales más primitivos, mediante el cual una persona trata de olvidar y negar eventos traumáticos, infancias difíciles y recuerdos reprimidos, es la Negación, término propio del psicoanálisis. Es uno de los procesos más arcaicos y menos evolucionados (negar todo) al cual recurre la mente de la persona cuando interpreta el origen de un trauma como un peligro de muerte o como un evento tan fuerte que pudiera destruirla. Y mientras más la mente usa este mecanismo de defensa, más lo interpreta así.

Aunque los eventos y pruebas de realidad muestren lo contrario, el cerebro trabaja de tal manera que las zonas prefrontales (las más evolucionadas) tienen menos procesamiento de la información, por lo que este mecanismo activa el cerebro o circuito límbico. Es decir, en la parte del cerebro llamada amígdalas —donde, básicamente, se generan reacciones de una manera más emocional y menos pensante—, se presenta un proceso que se denomina “ataque o secuestro amigdalar” (Goleman, 2012).

Es entonces cuando nuestras conductas demuestran una clara incapacidad para aceptar y procesar información, pues la realidad se percibe como una amenaza que tiene que eliminarse mediante tres conductas, innatas en el ser humano: pelear, huir o quedarse inmóvil. Esto quiere decir que nuestro cerebro no puede aprender ni ser creativo en esta situación. Así, las respuestas que tendremos están basadas en hábitos de respuestas a amenazas anteriores (vías neurológicas, conocidas como circuito reverberante, de conductas repetidas con anterioridad: adicciones, gritos, golpes, conductas autodestructivas).

Además, estas respuestas se ven reforzadas por la activación en el hipotálamo del eje HHS (hipotalámico-hipofisario-suprarrenal) que, como resultado secreta son hormonas del estrés: cortisol y adrenalina, por lo cual el cerebro no puede prestar atención a otra cosa que no sea el problema o estímulo que generó el ataque amigdalar. Así, el cerebro procesa la información de manera sesgada, pues ocurre con una rapidez neurológica que propicia el envío de toda la información, básicamente de una neurona o vía neurológica, sin pasar por otras redes. De esta manera, los recuerdos o accesos a la memoria están basados en fragmentos del hipocampo y sesgos de información asociados a vías neurológicas, lo que favorece el peligro y el dolor emocional, como lo establece Daniel Goleman (2012).

Esto quiere decir, fundamentalmente, que el cerebro, al funcionar “secuestrado” por la amígdala, va a reaccionar de una manera exagerada y poco mesurada, va a hacer análisis de información incompletos, y va a terminar en un proceso de errores y equivocaciones que propicia, por lo general, lo que llamamos arrepentimiento. Como si las conductas parecieran no ser parte habitual de la persona o como si ésta no tuviese control de sus acciones. De alguna forma, es la amígdala y el circuito límbico actuando y no todas las capacidades de razonamiento de la persona.

DE LA NEGACIÓN A LA ACEPTACIÓN

Para relacionar los conceptos anteriores con el tema de este escrito, debemos afirmar que la negación —ese no aceptar y tratar de evitar situaciones, personas y eventos— es un proceso básico que conduce al proceso opuesto, al de aceptación.

Un experimento muy interesante realizado por un grupo de investigadores de la UNAM(Elizabeth Méndez Ch, 1995) muestra de manera sencilla esta relación. Diseñaron un modelo para recabar información fisiológica —como respiración, temperatura corporal, ritmo cardiaco, presión al escribir— entre personas que tenían que recordar algún secreto o evento traumático que no quisieran decirle a nadie. Una vez que lo recordaban, les pedían escribir sobre algo referido a cualquier cosa menos al evento. Las personas mostraron entonces cambios significativos: se les aceleraba el corazón, aparecían movimientos corporales innecesarios, se les elevaba la temperatura corporal, aplicaban una fuerza mayor a la necesaria, todo esto comparado con su comportamiento cuando escribían sin haber pensado en el momento traumático o secreto.

Lo que podemos ver en este experimento son reacciones de estrés. Es decir, cuando se trata de negar algo se genera un proceso de liberación de hormonas del estrés: cortisol y adrenalina. Siempre que la persona intente guardar, ocultar o negar información, el cuerpo reaccionará con estrés, lo que genera que se interprete la situación como peligrosa. Mientras más expuestos estemos a esta amenaza, habrá más peligro de sufrir una reacción de ataque amigdalar.

En consecuencia, debemos comprender que el negar es un proceso básico, un mecanismo automático y natural que presentaría su opuesto: el proceso de aceptación. De hecho, de manera coincidente, en el caso de duelo, son dos mecanismo del primer proceso, es decir, primero la negación y al último la aceptación. Esto lo propuso Kubler Ross (2006) para el manejo del duelo. Por lo tanto, propongo que se considere la negación como parte de un mismo proceso: es, en realidad, la primera etapa en la cual la mente se protege al percibir aquello como una amenaza. Y si no se valora de manera correcta el suceso —si se niega más tiempo y más se percibe como una amenaza—, se genera un proceso neurológico en donde la respuesta a la amenaza llega hasta percibirse como un peligro de muerte desencadenando entonces las respuestas del ataque o secuestro amigdalar.

Por lo tanto, es de vital importancia trabajar en fortalecer el proceso de aceptación, que en sí mismo es un proceso natural en el ser humano. Desde hace algún tiempo, modelos de intervención psicológica han utilizado el proceso de aceptación como una herramienta muy importante. Algunos —como insight— orientados hacia la búsqueda de un significado más profundo. Insight es un proceso de catarsis o de reestructuración cognitiva que expone al paciente de tal modo hasta que éste acepte o sobrepase el límite de la ansiedad (terapia de exposición).

En este escrito, la propuesta es que la manera más sencilla de generar aceptación es practicándola de tal manera que el paciente se fortalezca. Es decir, que no tenga una sola conexión a un solo proceso o recuerdo, o un aprendizaje consciente de éste, sino adquiera la misma fortaleza de un hábito que paulatinamente va generando redes neurológicas más fuertes hasta volverse un proceso automático o semiautomático.

En los últimos años se ha estudiado el efecto de la meditación en las personas para diversos procesos. El trabajo de Jon Kabat-Zinn's, Jeffrey Schwartz y Sindel Zegal ha llevado a un modelo de terapia basada en mindfulness y entrenamiento cognitivo generado en principios de meditación para desarrollar ciertos procesos de pensamiento que ayuden a trabajar con las obsesiones y compulsiones, percepción del mundo, así como la depresión y manejo del estrés.

De manera similar, nuestra propuesta se basa en realizar un proceso de cambio de pensamientos hacia un enfoque de percepción-sensación y de completa aceptación de todo lo que sucede. El simple hecho de observar el cuerpo, de percibir nuestras sensaciones, produce un efecto terapéutico que nos va a entrenar para poder hacer estos cambios de pensamientos a percepción-sensación, cortando los estímulos que pueden generar un ataque amigdalar y dando paso a la siguiente fase de la negación: a la aceptación.

Cuando se supera la negación, la mente generalmente entra en un proceso de apertura (pues ha atravesado ya por la fase del secuestro amigdalar) que permite a las zonas prefrontales hacer su aparición y procesar más información. Esto abre nuevos caminos y procesamientos neurológicos que posibilitan una actuación de mayor tranquilidad y da pie al aprendizaje.

Parte importante de la aceptación es la presencia de circuitos inhibidores de estas zonas amigdalares ubicadas dentro de las zonas prefrontales. Investigaciones realizadas por Richard Davidson (2012), muestran que la práctica de mindfulness y entrenamientos cognitivos permite a las personas generar nuevas estrategias de enfrentamiento. Se busca propiciar nuevas vías neurológicas o utilizar vías ya existentes que ayuden a percibir el estímulo o el problema como no amenazante. Se trata de impedir la activación del sistema límbico o la amígdala en el nivel de secuestro o afectación de las percepciones. Esto se realiza debilitando o desviando las viejas vías neurológicas que conectaban los estímulos con las respuestas de amenazas.

Richard Davidson (2012) descubrió que existe una relación entre el radio de actividad durante un descanso (ninguna actividad mental o física significativa), es decir, entre los hemisferios en el córtex prefrontal izquierdo y derecho, y la capacidad de las personas para inhibir las respuestas del área límbica y amigdalar. (Por otra parte), se ha encontrado que personas con mayor actividad del lado izquierdo del córtex prefrontal pueden mantener durante mayor tiempo emociones positivas, motivaciones y, por lo tanto, no perciben como amenazas los estímulos, al tiempo que presentan menos actividad en el área límbica o amigdalar. Mientras que quienes tienen una activación prefrontal derecha presentan problemas de pesimismo y depresión; por lo tanto, son más propensos a sufrir ataques o secuestros amigdalares (Davdidson, 2012).

De acuerdo con estos estudios, resulta de vital importancia que para generar aceptación se trabaje en un inicio de manera indirecta. Es decir, no pedirle a la persona aceptar el problema, muerte o pérdida de un familiar desde el primer ejercicio. Como se ha establecido, la base está en el desarrollo de las estructuras neurológicas que permitan, en el momento correcto, trabajar con la aceptación de los sucesos y procesos más complicados. En suma, la base para la mejora del paciente no está en darse cuenta o tener un momento de catarsis, sino en un entrenamiento cognitivo que le permita reforzar áreas neurológicas básicas para la inhibición de las reacciones amigdalares ante eventos que en un pasado han sido condicionados como gatillos emocionales. Es importante hacer incapié en que la aceptación es un proceso paulatino, porque tiene como contraparte el cambio de conformación de redes neuronales. De la misma manera en que el desarrollo de fibras musculares es un proceso, también lo es el cambio en la conformación de axones y dendritas, la generación o reducción de receptores celulares y otros procesos que forman la base de la neuroplasticidad. Por lo tanto, así como sería un error presionar al sistema muscular a llevar a cabo ejercicios físicos para los que no se ha desarrollado, es también un desatino tener la expectativa de que la mente puede aprender a aceptar situaciones dolorosas de manera rápida o inmediata.

NEUROPLASTICIDAD Y PERSONALIDAD

¿POR QUÉ ES IMPORTANTE EL ENTRENAMIENTO COGNITIVO EN EL PACIENTE?

Para comprender la importancia que tienen los pensamientos y el entrenamiento cognitivo, debemos definir un concepto básico: ¿qué es la mente? La mente es un elemento que en lo físico no puede ser tocado: si se le dijera a una persona “piensa en algo alegre” y se le hiciera un escaneo cerebral, se vería que se ilumina una parte de su cerebro, pero no se podría tocar esa alegría. Solo se podría ver la parte del cerebro en donde ésta se proyecta. Si se eliminara esa parte del cerebro, no significa que no podría seguir pensando en esa felicidad: el cerebro utilizaría otra parte para pensar en algo alegre (posiblemente después de un proceso de rehabilitación). Pensando en una teoría física convencional, la mente es algo separado del cerebro. No se rige con las reglas físicas de los objetos que podemos tocar, pero tiene su base en una parte fisiológica, llamada redes neuronales, las conexiones por donde viajan los pensamientos, que no forman parte de la mente sino de algo llamado circuito reverberante (hábitos mentales y memoria).

Para entender bien lo que son los hábitos, es necesario comprender que estos conforman gran parte de la base de lo que es una persona. Los hábitos en realidad son maneras repetitivas de realizar conductas o pensamiento de manera semiautomáticas. Están creados por una serie de repeticiones a lo largo del tiempo y generan en el cerebro un cambio fisiológico que permite que algo que era pasajero (es decir un pensamiento) tenga una correspondencia en el cuerpo. Por eso, cuando existe un hábito, en realidad no vemos solo pensamientos sino estructuras de pensamientos que no necesitan de intención o atención por parte de la persona. Existen por sí mismas como existe el estómago o algún órgano del cuerpo. Principalmente, a estos "pensamientos" —a lo que llamamos hábitos— se les puede comparar con órganos internos, que no vemos pero que están ahí, pues hacen su trabajo aunque la persona no se dé cuenta.

Muchos de estos hábitos mentales tienen su inicio en la infancia. Fueron aprendidos conforme la persona iba creciendo y, a la par, fueron creando un circuito sobre otro. Y estos circuitos establecieron lo que llamamos rasgos de personalidad. El conjunto de dichas series de rasgos constantes generan lo que hoy llamamos personalidad, es decir nuestra forma de pensar y actuar.

Un ejemplo: la madre de Juanito, cada vez que éste iba a comer, lo obligaba a ir al baño a lavarse las manos y los dientes. Y cuando terminaba de comer, hacía que realizara de nuevo este ritual, día tras día, mes tras mes, año tras año, durante toda su infancia y adolescencia. De esta manera, llegó un momento en que Juanito hacía esto de manera automática, sin que nadie se lo pidiera o recompensara. De hecho, ahora, siempre que tiene las manos sucias o toca algo sucio se lava las manos y trata de tener un buen aliento lavándose los dientes continuamente. Lo que inició como una serie de hábitos se configuraron en un rasgo, y éste en una parte importante de la personalidad de Juanito (posiblemente, integrándose como una persona pulcra con rasgos obsesivos).

Aunque en un inicio tuvieron una serie de razones y pensamientos justificados, ahora los hábitos son en realidad algo que existe en forma de redes neuronales. Y tal como una pared no nos permite ver, pasar o escuchar lo que está del otro lado, de la misma manera el hábito mental es una pared que contiene posibilidades de pensar diferente y de cambiar rasgos o conductas que normalmente la persona realiza. Los hábitos son una función que realiza el cerebro para ayudarnos a enfocarnos en las cosas nuevas que existen en la vida y no nos preocupemos por esas pequeñas cosas llamadas rutinas. Y es aquí donde en realidad aparece el principio para romper los hábitos, para romper la rutina. Pero cuando rompemos un hábito, una parte de nuestro cerebro inmediatamente puede interpretar esta situación como un peligro y disparar una serie de pensamientos y generar un secuestro amigdalar. El psicólogo J. Schwarzt (2011) llama a estos, “mensajes decepcionantes", los cuales aparecen sin consultarnos conscientemente y se vuelven pensamientos invasivos, incontrolables, indeseados y, sobre todo, automáticos.

Existe un experimento que nos permite entender la importancia de la neuroplasticidad a través de los entrenamientos cognitivos. Al científico Álvaro Pascual-Leone (Begley, 2008), se le ocurrió medir los cambios neuronales en personas que nunca habían tocado el piano. Se les pidió una serie de ejercicios manuales de piano que habrían de repetir todos los días. Después de un tiempo de dicha actividad, se les hizo un estudio cerebral (estimulación-magnética-transcraneal EMT) para ver de qué manera la parte de su cerebro que se dedica a recibir y coordinar (el área somato-sensorial o corteza motora, es decir la que nos dice cómo mover los dedos y la mano) se modificaba con el ejercicio durante diferente fases del experimento (los pianistas profesionales presentan esta área muy diferente a la de nosotros). Después de varias semanas y de comparar los resultados del estudio (EMT), las personas que hicieron los ejercicios musicales habían modificado esta área.

Esto en realidad no es difícil de entender: la actividad física modifica un área cerebral o neurológica como sucede con los pianistas profesionales. Lo sorprendente es el hallazgo de Leone cuando decidió que mientras un grupo realizaba este ejercicio manualmente —es decir, físicamente tocando el piano—, otro grupo lo realizaba mentalmente sin siquiera acercarse a uno de estos instrumentos o sin mirar las teclas, sino solamente pensando en los ejercicios. En la comparación del estudio cerebral presentaban cambios neurológicos parecidos a quienes había realizado los ejercicios físicamente.

CONCLUSIÓN

Por lo tanto, podemos ver que por el simple hecho de pensar en una serie de procesos mentales, mediante los cuales realizamos una acción, estamos generando cambios en las estructuras neurológicas. Este es el punto central del entrenamiento cognitivo. Es decir, el hecho de realizar constantemente un procesamiento de la información basado en negar puede ser modificado a base de realizar ejercicios de entrenamiento cognitivo basado en el desarrollo de habilidades para aceptar y procesar la información como menos peligrosa, a través de una serie de técnicas basadas en modificar la percepción-sensación y en fortalecer áreas neurológicas como el córtex prefrontal izquierdo.

BIBLIOGRAFÍA

- Begley, S. (2008). Entrena tu mente, cambia tu cerebro. Bogotá, Colombia: Norma.

- Elizabeth Méndez Ch. (1995). Compartiendo experiencias de terapia -con hipnosis-. D. F.: Instituto Milton Erickson de la Ciudad de México, Editorial.

- Ernest Lawrence Rossi Ph. D., K. L. (2008). La nueva neurociencia de la psicoterapia, la hipnosis terapéutica y la rehabilitación: Un diálogo creativo con nuestros genes. California: Ernest Lawrence Rossi Ph.D. y Kathryn Lane Rossi Ph. D.

- Goleman, D. (2010). La práctica de la inteligencia emocional. Barcelona: Kairos.

- Goleman, D. (2011). The Brain and Emotional Intelligence: New Insights. Northampton: More t han Sound LLC.

- Jeffrey M. Schwartz, R. G. (2011). You Are Not Your Brain: The 4-Step Solution for Changing Bad Habits, Ending Unhealthy Thinking, and Taking Control of Your Life. New York: Penguin Group.

- Kabat-Zinn, Z. S. (2007). The mindful way through depression: freeing yourself form chronic unhappiness. New York: The Guilford Press.

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